Las presentes cartas y
diarios son una muestra de la imaginación, ilusión y asimilación de la historia
por parte de los alumnos de 1º de bachillerato D, del IES VICTORIA KENT.
En estos textos los jóvenes
estudiantes se ponen en la piel de un soldado de la Primera Guerra Mundial
mostrando sus preocupaciones, su desencanto, los peligros sufridos en el campo
de batalla, las dificultades, los amores que han quedado atrás, la añoranza por
el hogar, el sinsentido de una contienda cuando estás metido en ella y el ansia
de volver a retaguardia.
Este es un ejercicio de
acercamiento a la historia no como mero espectador, sino como parte de la
misma. No desde fuera hacia dentro, sino desde el interior de la misma.
No podemos comprender la
Historia, con mayúscula, si no miramos con los ojos del pasado. Los cuatro
alumnos que han realizado esta labor han hecho exactamente eso: mirar, analizar
y expresar cómo las gentes del pasado pudieron vivir los acontecimientos en los
que se vieron inmersos.
- Gabriel se mete en la piel de un
sargento que informa a sus superiores de la situación en el frente.
CARTA DE: GABRIEL F. A.
Para: Cedrik Müller (Coronel)
27-11-1914
Coronel aquí tiene el informe semanal
de la trincheras, esta semana hemos perdido a 5742 hombres y hemos logrado
obtener 17 metros, el enemigo nos está intentando rodear por el lado oeste pero
el escuadrón Delta les está frenando de manera exitosa.
Sobre los suministros nos quedan
raciones para 4 días, necesitamos que nos lleguen las raciones para el 1 de
diciembre como tarde o si no los soldados dejaran de rendir totalmente. El
estado de la trinchera es deplorable hay cadáveres amontonándose por todas
partes y no tenemos suficiente personal como para limpiarlo necesitamos un
total de 1700 unidades de refuerzo.
Además el frío se acerca y
necesitaremos abrigos para las unidades o tendremos muchas bajas, también
necesitamos un cargamento con varias cajas de munición, 20 cajas de granadas,
50 obuses y 300 rifles debido a que ayer bombardearon el almacén y pedimos
bastante armamento
Fin del informe.
Gudrum Meyer (Sargento)
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- Nadia expresa en su carta la desazón,
el desconsuelo, la desconfianza y el agotamiento ante el horror de la
guerra.
CARTA
DE: NADIA A. R.
3 de Octubre de 1915
No nos queda mucho tiempo, lo
presiento, los capitanes no nos quieren decir nada aunque las circunstancias en
las que estamos hablan por sí solas. Hace tiempo que estamos aquí metidos y lo
único que escuchamos son el sonido de las armas al disparar y el sonido de los
cuerpos al caer abatidos en nuestras trincheras, no sabemos si el enemigo tiene
un plan para atacarnos y ni siquiera sabemos si saldremos de ésta por lo menos
con vida. La locura ha llegado a nosotros, algunos han caído frente a las
armas, otros frente al cansancio y otros se han dado por vencidos pero lo único
que han conseguido ha sido ser silenciados. No escribo esto para infundir miedo
sino para abrir los ojos de todos, estoy empezando a pensar que el enemigo
quiere que nos cansemos y así dar el paso final, lo que no saben es que todavía
nos queda un as en la manga aunque no estoy seguro de que seamos capaces de
usarlo en estas condiciones y viendo los pocos que quedamos. Hace dos meses nos
avisaron de que la ayuda estaba en camino pero dudo mucho que alguien venga a
ayudarnos, creo que simplemente lo dijeron para tranquilizarnos y que por lo
menos si morimos tengamos una esperanza y un fin por el que haber luchado. No
puedo decir lo que va a pasar pero lo que sí sé es que todo esto es una muerte
en vida, una masacre en la que no merece la pena participar pero el camino ya
está trazado y el fin que nos espera ya lo tenemos ante nuestros ojos.
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- Mauricio describe en su escrito la
situación en las trincheras. El autor se dirige a su amada y vuelca en su
carta su ansias por volver a casa.
CARTA
DE: MAURICIO G. R.
Kyle Resse
Frente Occidental
5 de agosto de
1916
Amor mío:
Iban a ser solo
unas semanas y ya llevamos varios meses en este agujero.
Pero cuando
llevas tanto tiempo aquí, te acostumbras al barro, a la sopa fría que no está
tan mal cuando llevas sin comer días y a no relacionarte con los demás porque
podrían morir en cualquier momento, ya sea de frío, por una infección, o
abatido cumpliendo la misión para la cual nos alistamos voluntariamente,
menudos ingenuos, nadie nos avisó de esto, decían que en unas semanas
estaríamos en casa, cuando este infierno parece no tener fin.
Lo único que me
mantiene cuerdo aquí es escribirte cartas, mi querida y bella Anne, es gracias
a ti que tengo fuerzas para seguir luchando, luchando para volver a casa junto
a ti.
Esta carta
tardará en llegarte un par de semanas y no se si para entonces estaré vivo o
muerto.
Si no es así volveré a escribirte.
Espero verte
pronto, Te Quiero.
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- David escribe un diario
de guerra. En él narra un momento de lucha y tras la misma su condición de
prisionero y los temores que ésta situación le generan.
DIARIO DE: DAVID JOSÉ F. G.
Diarios
de guerra
Me desperté sobresaltado con los
estallidos de los obuses que la artillería alemana lanzaba sobre nuestra
trinchera, me había quedado dormido en medio del camino agarrado a mi fusil después
de mi turno de guardia la noche anterior. Rápidamente recogí el fusil y me
refugié en un nido de ametralladoras que estaba pobremente cubierto por unas
tablas de madera y sostenido por un travesaño que daba la sensación de que se
iba a caer en cualquier momento. Dentro de la habitación los dos hombres
encargados de la ametralladora se encontraban refugiados cada uno en una
esquina, yo hice lo mismo, Dios sabe lo que aquellos hombres estaban pensando
en ese momento pero, lo cierto es que si hubiera caído un proyectil en aquella
sala no habría servido de nada nuestro intento de escondernos. Cuando el fuego
cesó me atreví a asomarme por la rendija por la que salía el cañón de la
ametralladora, estaba amaneciendo y el sol asomaba tímidamente en el horizonte,
los rayos iluminaban el cielo hasta perderse en el azul celeste de una mañana
despejada, en la tierra de nadie entre los cráteres de las explosiones los
charcos de agua remansada reflejaban el color cobrizo del sol y, esparcidos por
todo el terreno, había pequeñas figuras que ahora creo eran restos de aquellos
que cargaron al frente hacia ya tiempo, casi podía decirse que era una bonita
mañana teniendo en cuenta las circunstancias ya que tampoco teníamos mucho con
lo que contentarnos. Cuando por fin me recompuse me dirigí a recoger mi ración semanal, por el
camino escuchaba gritos de dolor de los heridos que, en el mejor de los casos,
habían perdido un ojo o una pierna y, bueno, también estaban los que ya no
sufrían. Conseguí abrirme paso entre tanto ajetreo y esperé una larga y
silenciosa fila de hombres con la cabeza baja y vista perdida hasta recibir una
rebanada de pan con un poco de queso y cinco balas de rifle. Regresé a mi
puesto y me comí la mitad del pan, pero antes de que pudiera guardar el resto
un oficial se presentó tocando un silbato y mirando fijamente un reloj de
bolsillo que sería de los pocos que todavía funcionaban en nuestra trinchera.
Sabíamos qué nos esperaba. Todo el mundo aguardaba la señal al filo de la
trinchera bajo un silencio sepulcral, ya no había vuelta atrás pues la muerte
aguardaba tanto al frente como a nuestras espaldas para aquel que quisiera
desertar.
El oficial dio la
señal y todos salimos corriendo, de repente un enjambre de balas empezó a volar
a nuestro alrededor y no conseguí avanzar ni treinta metros hasta que una bala
me alcanzó en el hombro derecho y caí al suelo, no tenía ninguna opción más que
seguir avanzando así que recorrí reptando los cien metros que separaban ambas
trincheras y al llegar al final vería si la suerte estaba de mi lado.
Finalmente llegué y levanté las manos en cuanto los soldados alemanes me
encañonaron, uno de ellos me golpeó en la cabeza con la culata de su fusil y
ahora, tras despertar, estoy en una sala custodiada por los alemanes junto a tres
prisioneros más. Paso el tiempo escribiendo en un trapo que los alemanes me
dieron para curar mis heridas y con un carboncillo que logré esconder con la
esperanza de que quien lea esto tenga piedad de mí en el momento que decidan
qué hacer con nosotros.
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