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miércoles, 23 de febrero de 2022

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. LA VISIÓN DESDE EL FRENTE

 


Las presentes cartas y diarios son una muestra de la imaginación, ilusión y asimilación de la historia por parte de los alumnos de 1º de bachillerato D, del IES VICTORIA KENT.

En estos textos los jóvenes estudiantes se ponen en la piel de un soldado de la Primera Guerra Mundial mostrando sus preocupaciones, su desencanto, los peligros sufridos en el campo de batalla, las dificultades, los amores que han quedado atrás, la añoranza por el hogar, el sinsentido de una contienda cuando estás metido en ella y el ansia de volver a retaguardia.

Este es un ejercicio de acercamiento a la historia no como mero espectador, sino como parte de la misma. No desde fuera hacia dentro, sino desde el interior de la misma.

No podemos comprender la Historia, con mayúscula, si no miramos con los ojos del pasado. Los cuatro alumnos que han realizado esta labor han hecho exactamente eso: mirar, analizar y expresar cómo las gentes del pasado pudieron vivir los acontecimientos en los que se vieron inmersos.

 

  1. Gabriel se mete en la piel de un sargento que informa a sus superiores de la situación en el frente.

 

CARTA DE: GABRIEL F. A.

 

Para: Cedrik Müller (Coronel) 27-11-1914

 

Coronel aquí tiene el informe semanal de la trincheras, esta semana hemos perdido a 5742 hombres y hemos logrado obtener 17 metros, el enemigo nos está intentando rodear por el lado oeste pero el escuadrón Delta les está frenando de manera exitosa.

Sobre los suministros nos quedan raciones para 4 días, necesitamos que nos lleguen las raciones para el 1 de diciembre como tarde o si no los soldados dejaran de rendir totalmente. El estado de la trinchera es deplorable hay cadáveres amontonándose por todas partes y no tenemos suficiente personal como para limpiarlo necesitamos un total de 1700 unidades de refuerzo.

Además el frío se acerca y necesitaremos abrigos para las unidades o tendremos muchas bajas, también necesitamos un cargamento con varias cajas de munición, 20 cajas de granadas, 50 obuses y 300 rifles debido a que ayer bombardearon el almacén y pedimos bastante armamento

Fin del informe.

 

Gudrum Meyer (Sargento)

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  1. Nadia expresa en su carta la desazón, el desconsuelo, la desconfianza y el agotamiento ante el horror de la guerra.

 

CARTA DE: NADIA A. R.

3 de Octubre de 1915

 

No nos queda mucho tiempo, lo presiento, los capitanes no nos quieren decir nada aunque las circunstancias en las que estamos hablan por sí solas. Hace tiempo que estamos aquí metidos y lo único que escuchamos son el sonido de las armas al disparar y el sonido de los cuerpos al caer abatidos en nuestras trincheras, no sabemos si el enemigo tiene un plan para atacarnos y ni siquiera sabemos si saldremos de ésta por lo menos con vida. La locura ha llegado a nosotros, algunos han caído frente a las armas, otros frente al cansancio y otros se han dado por vencidos pero lo único que han conseguido ha sido ser silenciados. No escribo esto para infundir miedo sino para abrir los ojos de todos, estoy empezando a pensar que el enemigo quiere que nos cansemos y así dar el paso final, lo que no saben es que todavía nos queda un as en la manga aunque no estoy seguro de que seamos capaces de usarlo en estas condiciones y viendo los pocos que quedamos. Hace dos meses nos avisaron de que la ayuda estaba en camino pero dudo mucho que alguien venga a ayudarnos, creo que simplemente lo dijeron para tranquilizarnos y que por lo menos si morimos tengamos una esperanza y un fin por el que haber luchado. No puedo decir lo que va a pasar pero lo que sí sé es que todo esto es una muerte en vida, una masacre en la que no merece la pena participar pero el camino ya está trazado y el fin que nos espera ya lo tenemos ante nuestros ojos.

 

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  1. Mauricio describe en su escrito la situación en las trincheras. El autor se dirige a su amada y vuelca en su carta su ansias por volver a casa.

 

CARTA DE: MAURICIO G. R.

Kyle Resse

Frente Occidental

5 de agosto de 1916

 

Amor mío:

Iban a ser solo unas semanas y ya llevamos varios meses en este agujero.

Pero cuando llevas tanto tiempo aquí, te acostumbras al barro, a la sopa fría que no está tan mal cuando llevas sin comer días y a no relacionarte con los demás porque podrían morir en cualquier momento, ya sea de frío, por una infección, o abatido cumpliendo la misión para la cual nos alistamos voluntariamente, menudos ingenuos, nadie nos avisó de esto, decían que en unas semanas estaríamos en casa, cuando este infierno parece no tener fin.

Lo único que me mantiene cuerdo aquí es escribirte cartas, mi querida y bella Anne, es gracias a ti que tengo fuerzas para seguir luchando, luchando para volver a casa junto a ti.

Esta carta tardará en llegarte un par de semanas y no se si para entonces estaré vivo o muerto.

Si no es así volveré a escribirte.

Espero verte pronto, Te Quiero.

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  1. David escribe un diario de guerra. En él narra un momento de lucha y tras la misma su condición de prisionero y los temores que ésta situación le generan.

 

DIARIO DE: DAVID JOSÉ F. G.

Diarios de guerra

Me desperté sobresaltado con los estallidos de los obuses que la artillería alemana lanzaba sobre nuestra trinchera, me había quedado dormido en medio del camino agarrado a mi fusil después de mi turno de guardia la noche anterior. Rápidamente recogí el fusil y me refugié en un nido de ametralladoras que estaba pobremente cubierto por unas tablas de madera y sostenido por un travesaño que daba la sensación de que se iba a caer en cualquier momento. Dentro de la habitación los dos hombres encargados de la ametralladora se encontraban refugiados cada uno en una esquina, yo hice lo mismo, Dios sabe lo que aquellos hombres estaban pensando en ese momento pero, lo cierto es que si hubiera caído un proyectil en aquella sala no habría servido de nada nuestro intento de escondernos. Cuando el fuego cesó me atreví a asomarme por la rendija por la que salía el cañón de la ametralladora, estaba amaneciendo y el sol asomaba tímidamente en el horizonte, los rayos iluminaban el cielo hasta perderse en el azul celeste de una mañana despejada, en la tierra de nadie entre los cráteres de las explosiones los charcos de agua remansada reflejaban el color cobrizo del sol y, esparcidos por todo el terreno, había pequeñas figuras que ahora creo eran restos de aquellos que cargaron al frente hacia ya tiempo, casi podía decirse que era una bonita mañana teniendo en cuenta las circunstancias ya que tampoco teníamos mucho con lo que contentarnos. Cuando por fin me recompuse  me dirigí a recoger mi ración semanal, por el camino escuchaba gritos de dolor de los heridos que, en el mejor de los casos, habían perdido un ojo o una pierna y, bueno, también estaban los que ya no sufrían. Conseguí abrirme paso entre tanto ajetreo y esperé una larga y silenciosa fila de hombres con la cabeza baja y vista perdida hasta recibir una rebanada de pan con un poco de queso y cinco balas de rifle. Regresé a mi puesto y me comí la mitad del pan, pero antes de que pudiera guardar el resto un oficial se presentó tocando un silbato y mirando fijamente un reloj de bolsillo que sería de los pocos que todavía funcionaban en nuestra trinchera. Sabíamos qué nos esperaba. Todo el mundo aguardaba la señal al filo de la trinchera bajo un silencio sepulcral, ya no había vuelta atrás pues la muerte aguardaba tanto al frente como a nuestras espaldas para aquel que quisiera desertar.

El oficial dio la señal y todos salimos corriendo, de repente un enjambre de balas empezó a volar a nuestro alrededor y no conseguí avanzar ni treinta metros hasta que una bala me alcanzó en el hombro derecho y caí al suelo, no tenía ninguna opción más que seguir avanzando así que recorrí reptando los cien metros que separaban ambas trincheras y al llegar al final vería si la suerte estaba de mi lado. Finalmente llegué y levanté las manos en cuanto los soldados alemanes me encañonaron, uno de ellos me golpeó en la cabeza con la culata de su fusil y ahora, tras despertar, estoy en una sala custodiada por los alemanes junto a tres prisioneros más. Paso el tiempo escribiendo en un trapo que los alemanes me dieron para curar mis heridas y con un carboncillo que logré esconder con la esperanza de que quien lea esto tenga piedad de mí en el momento que decidan qué hacer con nosotros.

 

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